Diarios de Fiestas
0.5: preCOZ
Por César Arellano
13.10.05
¿Cuántas veces tiene que repetirse un patrón para reconocerlo como un ciclo?
Es curioso como hay ciertas experiencias de las cuales extraemos una lección inmediata y definitiva; experiencias que no se vuelven repetitivas gracias al aprendizaje contundente de la primera vez. Lo intrigante es esa especie de miopía e inconsciencia ante las experiencias que repetimos una y otra vez, que se vuelven cíclicas y que aun cuando no podamos reconocerlas nosotros mismos, son clarísimas a los ojos de los demás, al grado de considerarlas parte esencial de nuestra personalidad.
Luego, una vez reconocido el patrón e identificados los ciclos, las causas y aceptada la miopía personal, dudo, si debo aceptar los ciclos como parte de mi mismo o si es hora de aprender la lección de una vez por todas y romper con un patrón de comportamiento que ha funcionado regularmente por años. Es decir: ¿me acepto o me perfecciono? Éste último término puede sonar extraño a absurdo, pero así lo concibo, creo en la idea de que soy perfeccionable, o mejor, moldeable a voluntad.
15.10.05
Un fin de semana tremendamente sexual, además, con un bombardeo constante de declaraciones afectivas, propuestas, citas, halagos. Lo curioso, lo que me sorprende de mi mismo es la tranquilidad con que estoy tomando el asunto. Estoy tranquilo porque me siento en control de la situación, consciente de lo que hago y al tanto de mis motivaciones. Dispuesto también a asumir las consecuencias.
Ayer viernes, había planeado un encuentro sexual con Carlos, un vecino de la Condesa que había conocido unas horas antes en gay.com. Pero al regresar de cenar con Pilar y Jorge, y al llamarlo una hora mas tarde de lo acordado, Carlos prefirió posponer la cita, ya estaba en pijama, argumentó. Así que, tan guapo como estaba, con muchísimas ganas de sexo y apapacho y listo para una cita, llame a JC y 20 minutos después estaba en su casa tomando un whiskey con soda, escuchándolo desahogarse sobre la situación económica del país, sobre política y sobre esos 3 o 4 problemas básicos que provocan los ataques de nervios de los empresarios, incluyendo el del amor, porque JC tiene novio. Tiene también 44 o 45 años y una colección de arte impresionante en términos financieros, pero poco de lo que hay en las paredes de su departamento me conmueve. Por supuesto, lo conozco bastante bien. Hemos tenido relaciones sexuales ocasionalmente desde que nos conocimos en Acapulco, hace 5 años. JC es el sujeto con quien mejor me he entendido sexualmente, nunca hemos tenido una cogida mediocre y no nos cansamos uno del otro, pero tampoco nos enganchamos con la idea de que podemos tener algo mas. En fin, la relación ha llegado al punto en que hay cierta intimidad y podemos contarnos nuestros problemas, seguros de que no seremos censurados. Yo soy un poco tramposo con él, lo dejo que me cuente, lo escucho y la mayor parte del tiempo hablamos sobre el, o sobre arte, o sobre cualquier cosa. Pero sólo le presento un panorama general de mi vida y mi trabajo. Y nunca le cuento si tengo o no una relación afectiva o sexual con alguien mas. La conversación dura lo que el primer whiskey y a partir de allí, es como si desconectáramos todos los frenos mentales y nos dedicamos a seleccionar la música entre tragos, a probar su nueva cámara fotográfica con su cuerpo desnudo, a chuparnos, a acariciarnos. Cogemos siempre 2 o 3 veces y en las noches que compartimos gira todo alrededor del sexo, utilizamos las cámaras, la computadora, el espejo y lo que en ese momento se nos ocurra como juguetes sexuales. Además, claro, de los juguetes tradicionales que a JC le gustan tanto y que a mi me divierten, sin emocionarme verdaderamente.
Es interesante que siempre vamos un poco más lejos, en un sentido u otro. Pero ayer definitivamente derribamos una barrera: nos estamos haciendo amigos.
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