1.7.06

Allá en el fuque

por Lucila Navarrete Turrent



Lo conocí en el fuque, allá donde los túneles de riego de tierra compacta profesan la ingeniería de un pueblo en el anonimato. Don Cuco estaba ahí, parado sobre las playas de arena a orillas del Aguanaval. Miraba serenamente, con sus ojos alzados al horizonte en una muestra de respeto al cerro El Picacho. Cargaba consigo 3120 metros sobre el nivel del mar desde la infancia, con gestos de melancolía e indicios de ser un sabio.

Esa noche acampamos en la playa con coyotes aullando al ritmo de los sueños: se perdían sus lamentos entre los oscuros escenarios del fuque y los espíritus que velaban la tranquilidad de nuestro dormir. Las imágenes e historias que se entretejían en el letargo, se confundían con el sonido constante del agua y la mirada a media asta de Don Cuco.

Al amanecer, un vaivén de nubes pequeñas parecían suspenderse momentáneamente cerca del sol. El cigarro de Don Cuco mostraba esa ambigüedad de los hechos. Todo parecía indicar que el humo era el clímax de invocaciones que hicimos a las ánimas del deseo y de la sabiduría en esos sueños confusos y paradigmáticos.

-¿Gusta un cigarro?- Y pronuncié la única palabra que había de balbucear en ese sitio, -Gracias- , y me uní a la alquimia del humo que ya anunciaba el cese de misticidades.

Me fui del fuque con la cura a mi nostalgia crónica y a todos mis temores, con el escudo a la indecisión y la fuerza de un sabio. Emprendí el largo camino de regreso a casa, ahí donde las nubes son grises y artificiales y los edificios portan hombres y mujeres que juegan al trabajo y a la casa, con sus anhelos disueltos entre los días.

Ahora que recuerdo, mis deseos más profundos los susurré aquella noche, detenidos en la mirada de Cuco, entre aullidos de coyotes y humos suspendidos. Desperté a las ánimas del deseo y atraje hacia mí a los espíritus de la sabiduría.

“Allá en el fuque” me había dicho alguien que ya no recuerdo, “sucede lo que quieras que suceda, tus sueños pesan y tus deseos cobran vida”.

21 de mayo 2006

25.6.06

Sigur Ros y la inteligencia del frío. PARTE I

por Andrés Jáquez

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Svefn-g-englar la escuché una noche a finales de los años noventa, antes de que terminara el siglo que dió cabida a las guerras más crueles, a los sinsentidos más catastróficos, a la aproximación de las utopías desde la ciencia y la tecnología, a la decadencia de las religiones y al surgimiento de nuevas expresiones y formas de relacionarse; fue el siglo que dejó a un lado los convencionalismos y los clascisismos para ver surgir al rock, al punk, a la pornografía comercial, a la televisión, el cine, dio luz a internet y a la ola creciente de geeks y freakies, fue el siglo de las injusticias y la esperanza, de la soledad y la sobrepoblación, del hambre y la locura, fue el siglo de los genocidios, de la destrucción de múltiples mitos, de la cacería de fantasmas, fue el siglo que consolidó el vacío que nos atraviesa de pies a cabeza a lo largo de nuestro andar en este planeta.

Sin nada que hacer, al salir de una fiesta a la que no nunca debí haber ido, llegué a mi departamento directamente a descargar música. Al inicio de su página, Audiogalaxy, recomendaba tres canciones de una banda islandesa llamada SIGUR ROS. Tomó una hora y media la descarga completa, así que al apagar la TV - las noticias en Bloomberg no eran lo suficientemente optimistas, o por lo menos no como las necesitaba yo precisamente esa noche- y desconectar el teléfono tomé como trinchera mi estudio, y como gurú a Phillip Roth con su libro EL TEATRO DE SABBATH. Antes de empezar la faena literaria fui a la cocina por mi acostumbrado yoghurt, revisé que el bunker estuviera completamente cerrado y que la luna permaneciera sonriendo, a pesar de lo que veía desde allá arriba, la posición menos privilegiada de todas. Me senté en mi sillón favorito con los audífonos SONY que me había regalado unos días antes, abrí el libro y apreté PLAY en una canción de nombre extraño del grupo recomendado por el sitio de archivos compartidos que todavía recuerdo con cariño. Cambió mi vida entera a partir de esa noche, las notas, el ritmo y las letras inintelegibles modificaron mis rutas y mis presagios. Desde esa noche, del año 1999, por lo menos uno de cada siete días de la semana lo dedico a escuchar simplemente a mi banda favorita. Desde esa noche el frío se quedó instalado en cada uno de los pliegues de mi cerebro.+

Artículo publicado en: http://semateka.blogspot.com/

Semateka B es un colectivo de personas interesadas en expresar su visión sobre sí mismos, los escenarios que pisan, los universos que violentan. Semateka B es principalmente un grupo de amigos y conocidos poniéndose al tanto entre ellos mismos sobre sus vidas. Semateka B debe ser siempre una práctica fundamentamentalmente libre, sin censura.

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